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Migración mantiene paralizada y dividida a la UE

La inmigración fue un tema clave en el voto por el Brexit y se ha convertido en un tema recurrente en las campañas electorales del bloque.

 

Marcela Vélez-Plickert desde Fráncfort para Diario Pulso


Si alguien tenía dudas de cómo la ola migratoria de 2015 cambiaría a la Unión Europea, ahora le basta con ver la demora en Alemania para poder formar un gobierno. Nunca había costado tanto formar una coalición, mucho menos bajo el liderazgo inapelable de Ángela Merkel. Pero su propia decisión de abrir las fronteras en septiembre 2015 a un millón de migrantes, muchos de ellos indocumentados, ha causado una serie de cambios políticos que están transformando Europa. Uno de ellos es el ascenso de la derecha nacionalista al Bundestag alemán, y con ello el cambio en el equilibrio político entre el centro y la izquierda en este país. De hecho, no son los impuestos o reformas económicas (en realidad menores) lo que ha impedido que, cuatro meses después de las elecciones, los alemanes aún no tengan un nuevo gobierno. La verdadera piedra de tope es la política migratoria.

El problema ya no es la emergencia humanitaria de cientos de miles de refugiados atrapados en rudimentarios campamentos en las fronteras del bloque, ni decenas de embarcaciones hundiéndose cada semana en el mar Mediterráneo con centenares de migrantes a bordo. Según cifras de la Comisión Europea, el número de solicitantes de asilo (por primera vez) en alguno de los 28 países del bloque, bajó de 1,3 millones en 2015 y 2016 a 687.045 al tercer trimestre del año pasado. Los principales grupos de solicitantes vienen de Siria, Afganistán e Iraq, con un fuerte aumento de los solicitantes desde Nigeria y otros países africanos. Por el contrario, se ha reducido el número de migrantes y solicitantes de asilo des de países como Albania y Kosovo.

La emergencia humanitaria ha sido, en su lugar, desplazada a otros puntos geográficos, por ejemplo, en Libia, donde imágenes de una ONG revelaron el funcionamiento de un mercado de esclavos y masivos abusos a migrantes.

“Los flujos de migrantes irregulares han caído en 63 por ciento… pero la migración es nuestra nueva realidad”, afirmó recientemente Dimitris Avramopoulos, comisionado europeo para la Migración, quien lidera, además, la negociación para una reforma a la política migratoria conjunta de la UE prevista para junio.

Avaramopoulos no se equivoca. La migración, que él mismo describe como un “tema emocional, sensible y político”, mantiene a la UE paralizada, por no admitir que profundamente dividida.

A nivel del bloque, el quiebre entre este y occidente parece difícil de subsanar. La UE, molesta por el rechazo de Polonia a aceptar su cuota de refugiados, incluso decidió intervenir en la política doméstica de ese país, amenazando con sanciones al gobierno por una reforma al sistema judicial, acusando un quiebre de la ley.

Sanciones o no, ni el gobierno polaco, ni sus vecinos de Hungría, Eslovaquia y Bulgaria están dispuestos a abrir sus fronteras, especialmente a migrantes no cristianos, con diferentes valores culturales. Estos mismos países acusan que Alemania, Francia y otros estados de Europa central tienen una visión sobre el continente que ellos no comparten y que también tienen derecho a ser escuchados en cuanto a la definición de la postura del bloque respecto a la ola de refugiados.

“La democracia se recuperó cuando los austriacos, que no quieren más inmigración, eligieron un gobierno que también se opone. Esto también sucederá en otras partes de Europa. Solo es cuestión de tiempo”, sentenció la semana pasada Víctor Orban, el conservador primer ministro húngaro, que ha desafiado a Bruselas. Todo apunta a que Orban, con su política antinmigración como bandera electoral, será reelecto para otros cuatro años en abril.

Al igual que en Austria en octubre pasado, la migración es un tema clave en la campaña electoral en Italia, que irá a las urnas en marzo. Este país es el que recibe el mayor peso en el control de la migración ilegal, con el 60% de los migrantes ilegales llegando a sus costas cada año, según cifras de Frontex.

El rechazo a su gestión económica y el manejo de la inmigración han hundido al Partido Democrático, del ex primer ministro, Mateo Renzi, a un 4% en las encuestas, superado por seis puntos por el reaccionario y nacionalista Movimiento 5 Estrellas. Al frente de las encuestas está la coalición liderada por Silvio Berlusconi, capaz de ganar una mayoría para formar un gobierno, siempre que se mantenga la alianza con la cada vez más poderosa Liga Norte (ahora solo Liga), de perfil también nacionalista.

En Alemania, Merkel vio fracasar un primer intento para formar un gobierno después de varias semanas de negociaciones, que finalmente democratacristianos, liberales y verdes no lograron ponerse de acuerdo en torno al tema migratorio, principalmente.

¿Qué hacer con los cientos de miles de migrantes que resisten a integrarse? ¿Qué hacer con la nueva población que no comparte valores como la libertad de la mujer? ¿Cómo financiar el creciente costo de los servicios de acogida e integración de los migrantes, que el año pasado ya alcanzó los 14.000 millones de euros? Más aún, qué hacer con la demanda de los refugiados por traer a sus familias al país.

Las respuestas a todas esas preguntas son especialmente delicadas en un país que aún vive pagando las culpas del nazismo. Pero donde es palpable la creciente frustración de la ciudadanía por lo que consideran una amenaza a su seguridad. Aunque la prensa se esfuerza por no establecer vínculos, especialmente en la última semana, se han multiplicado los reportes de crímenes cometidos por refugiados, ya sea hacia mujeres o por motivos religiosos. En casi todos los casos, los autores residen el país, a pesar de se les negó ya hace meses sus solicitudes de asilo.

Pero tras largas semanas de agonía, los democratacristianos de Ángela Merkel, los conservadores de Bavaria y los socialdemócratas alcanzaron un acuerdo preliminar para formar una nueva gran coalición que gobierno Alemania por otros cuatro años. Para lograrlo Merkel ha tenido que dar un giro completo a su postura inicial respecto a la migración y aceptar la demanda de sus socios de coalición más conservadores, de que se ponga un límite de 200.000 migrantes por año, incluyendo a los familiares de refugiados, que además deberán cumplir con más requisitos para obtener el beneficio. Aún queda un largo camino con recorrer (hasta abril, probablemente) hasta que se confirme la coalición y las negociaciones podrían caerse en cualquier punto hasta entonces.

Un nuevo fracaso podría ser un golpe mortal para la ambición de Merkel de sumar otros cuatro años en el poder. Lo que a su vez podría complicar aún más las negociaciones que vienen para la UE para reformar su política migratoria. Pero hasta que Alemania e Italia no resuelvan la formación de sus próximos gobiernos, la UE probablemente solo hará lo que suele hacer durante las crisis: dilatar su solución.


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